sábado, 27 de diciembre de 2008

El agua no corre, pero el mar se expande














El agua no corre pero el mar se expande
al infinito como la cama del insomne

no hallando límites ni horizontes

en la oscuridad de la noche negra.

Las olas se mueven, se acercan

se retrotraen y se transmutan en un reloj

detenido en un instante para siempre.

Traen desde el fondo del mar

polaroids desteñidas por el sol,

carcomidas por la humedad,

viejas voces acoplándose con una antigua

canción de cuna al ritmo de una silla mecedora

dejando apenas entreoír un lejano silbido;

nombres, nombres, pero no hay rostros,

la imagen se deshace con la espuma del mar.

Las olas vuelven y el paisaje se abre,

el mar es una gran posibilidad.

Abajo las rocas imitan a las nubes,

cobran las formas de los sueños olvidados

de los viajes que nunca fueron hechos,

pero todo eso también desaparece.

Sólo queda la distancia entre el cuerpo hendido

y el olor a sal transparente chocándose

violentamente contra el precipicio.

El viento induce a proceder, hace alas

de los brazos y ahora es un pájaro

el que es invitado a volar

en busca de un sitio más cálido.

Uno a uno los sentidos pierden fuerza,

el golpe de las olas es terrible,

pero no es mortal; no se muere del mar.

Todos los recuerdos ahora se encuentran

sumergidos en una misma sustancia.

El mar halla su horizonte,

el cuerpo, perspectiva.