miércoles, 27 de octubre de 2010

El contador de cuentos

 ¿Cómo se pueden seguir contando cuentos maravillosos hoy en día? Esa parece ser la pregunta que viene guiando la filmografía de M. Night Shyamalan. Cada una de sus películas actualiza un tópico distinto del género y lo confronta con los Estados Unidos contemporáneos, produciendo de esta manera efectos sobre el sueño americano. 
The Sixth Sense (1999) es un relato de fantasmas en el que los muertos necesitan interactuar con los vivos, ya sea porque aún no pueden aceptar su nueva condición o porque todavía tienen algo para decir. Unbreakable (2000) revisa la figura del héroe, actualizada en términos de super-héroe de comics.  Signs (2002) narra el encuentro entre dos mundos a partir de una invasión extraterreste. En The Village (2004) lo maravilloso se juega en los monstruos que se revelan como falsos y en una forma de vida que es igual de ficticia. Por último, Lady In The Water (2006) vuelve sobre la fábula de las sirenas y The Happening (2008) pone en escena aquello que siempre está latente: el fin del mundo. 
Lo que ocurre siempre es el ingreso de lo maravilloso y la resistencia a creerlo. En The Sixth Sense Malcom Crowe (Bruce Willis) no puede darse cuenta de que está muerto. David Dunn (Bruce Willis) en Unbreakable tampoco puede asumir su propia condición y se niega a creer que es el superhéroe del que Elijah Price (Samuel L. Jackson) tanto le habla.  En Signs Graham Hess (Mel Gibson) es un ex-reverendo que perdió la fe y se niega a volver a creer en nada, incluyendo a los extraterrestres que están invadiendo la tierra y amenazan con llevarse a su hijo. The Village invierte los términos y transforma lo maravilloso en creíble: los fundadores de la aldea deciden negar la realidad deliberadamente e inventan un lugar donde hacen de lo maravilloso una forma de vida. Lady In The Water reta a toda una comunidad a creer en los cuentos de hadas que llegan a sus vidas en la forma de Story (Bryce Dallas Howard) y The Happening enfrenta al género humano con su fin, aquello que nunca creyó posible.  Sin embargo, en todos los casos se acaba creyendo, los personajes aceptan lo maravilloso y de esa manera se dejan atras todas las dudas y vacilaciones.
El origen de M. Night Shyamalan no es un dato menor; al provenir de la India, su cine deviene americano sin nunca acabar de serlo. Al igual que en My Blueberry Nights (Wong Kar Wai, 2007), el imaginario puesto en juego es el del extranjero, donde Estados Unidos es un cuento de hadas. El cine de Night Shyamalan realiza ese imaginario de manera literal, enfrenta a América con su sueño y lo pone en funcionamiento.