martes, 3 de enero de 2012

El teatro del desastre






Teatro I
Copi
El cuenco de plata
2011












Una vez más, la editorial El Cuenco de Plata toma las riendas de la edición de las obras de Copi en Argentina y publica Teatro I. Este primer volumen de dos presenta cuatro piezas fundamentales dentro de su producción: “El día de una soñadora”, “La torre de la defensa”, “La noche de Madame Lucienne” y “Una visita inoportuna” en traducciones rioplatenses de Eduardo Muslip, María Silva, Guadalupe Marando y Margarita Martínez.

PÁNICO

La primera obra incluida en el volumen, “El día de una soñadora”, pertenece a la etapa más temprana de la obra de Copi. Estrenada en Febrero de 1968, se presenta como un umbral a franquear por el mismo Copi poco tiempo después, al momento en que el Mayo Francés trastoca las posibilidades de la política, la sociedad y, por ende, del arte. Con un argumento anómalo (y no en el sentido en que sus novelas o cuentos son anómalos por acumulación caótica de sucesos) y una dinámica casi surrealista, se puede vincular “El día de una soñadora” con el grupo Pánico, al que perteneció Copi recién llegado a París y en el que compartió filas con figuras de la talla de Alejandro Jodorowsky. Pánico estaba, al mismo tiempo, dentro y fuera de la experimentación artística de los locos años 60. Dentro porque efectivamente producían sus “efímeros pánicos” (especies de happenings sin ser happenings) y fuera porque para ellos el happening era, precisamente, lo que no ocurría. Esta apreciación atraviesa la obra de Copi y puede leerse en “La noche de Madame Lucienne”. En el contexto de un ensayo, esta obra no funciona sino como máquina de parodiar: “si esto es un happening me importa tres pitos”. La crítica también recae sobre el mayo francés: “no estamos en mayo del 68, no discuto de teatro con actores” y, finalmente, la experimentación teatral y el recurso del metateatro, que es llevado al punto del desquicio en una trama policial absurda.

SITCOM

Las obras de teatro de Copi tienen algo del género sitcom. Se trata efectivamente de comedias de situación, en la medida en que presentan una serie de personajes y un conflicto inicial que pone en funcionamiento las relaciones entre ellos. Por otro lado, siempre transcurren en un mismo espacio, es decir, las escenas se suceden unas a otras sin cambiar nunca de locación; y, cada vez que un personaje se va a otro lado, desaparece, sale. “La torre dela Defensa”, por ejemplo, tiene lugar en un departamento de París, la noche de año nuevo, durante la reunión de un grupo de amigos. “La noche de Madame Lucienne” transcurre en una sala de teatro a puerta cerrada durante el ensayo de una obra. “Una visita inoportuna”, por último, ocurre durante el horario de visita en una habitación de hospital de un escritor y director de teatro enfermo de sida y a punto de morir.     

DESASTRE

En la obra de Copi el desastre es una amenaza constante que se materializa siempre en estallido: todo sale volando por los aires (los saunas, París, el mismo planeta tierra). En el caso de “La torre de la defensa”, lo que se produce es el incendio de la torre de enfrente del lugar en el que se encuentran cenando los personajes. Extrañamente, este fenómeno se vuelve espectáculo en la medida en que todos se quedan mirándolo y, lógicamente, hoy remite al 9/11. El desastre, por otro lado, se encuentra apañado por el estado de frenesí de los personajes; esto se debe a que la experiencia en Copi, por lo general, está mediada por las drogas, que no sólo estimulan la imaginación, sino también la forma de actuar. Pensar, si no, en una novela como La guerra de las mariconas (El cuenco de plata, 2010), en la que todos se la pasan fumados, ó en el personaje de Daphnée en “La torre…”, que se tomó un ácido y su percepción de las cosas está alterada: “No me miren así, me dan miedo”. La locura (ya sea psiquiátrica, metafórica o inducida por las drogas) empuja a los personajes a un borde que no funciona como límite, sino como umbral. De esta manera, todos amenazan en algún momento con la muerte, ya sea la propia o la de los demás. El exceso, por otro lado, no tiene fin, hay un constante deseo por prolongar el viaje, evitar que se detenga y mantenerse siempre arriba, lo cual se encuentra favorecido por la trama alucinada a la que se hallan sometidos.

MONSTRUOS

Hay algo del orden de lo monstruoso en los personajes y las tramas que presenta Copi, entendiendo la palabra “monstruo” como aquello que escapa a la norma, que se le resiste, que la excede. Esto responde a la operación que lleva a cabo su obra en contra de todo sistema clasificatorio con el fin de desbaratarlos por completo y aparece como programa en “La noche de Madame Lucienne: “No crea que usted es más monstruosa que nosotros, en el mundo del espectáculo todos lo somos. Sólo mostramos aquello que es monstruoso”, le dice el autor a Vicky. En “La torre de la defensa” Daphnée, al principio y debido a los efectos del LSD, elucida el verdadero estatuto del resto de los comensales de la cena de año nuevo (de la misma manera que elucida también su locura): “Los veo a todos como monstruos”. Esta obra propone una serie de personajes que se ajustarían a distintos casilleros para inmediatamente desbordarlos. Ahmed cumple el papel del amante árabe al que todos demandan desde ese lugar; sin embargo, él se resiste a acatar esa etiqueta y pospone todo encuentro sexual que se le demanda, al mismo tiempo que revela aptitudes que nadie se hubiera imaginado que poseía, como la cocina o el dominio de animales salvajes. Daphneé es, por un lado, la única mujer de verdad, “de esas que te cagan la vida” y, por el otro, quiere ser gay, “se cree travesti”, dicen los otros más de una vez, y quiere irse de levante a las Tullerías como cualquier homosexual parisino que se precie. Por último, Michelline, que sí es travesti, es arrancada de su lugar de mujer imaginaria a través de la injuria: “¡Es un monstruo esta chica, por Dios, y cómo se viste! ¡Sos un simio, pobrecito! ¡Se nota a cien metros que sos un trava!”, le dice Daphnée sin el más mínimo reparo. La operación en este caso tiene que ver con des-normalizar incluso aquello que está por fuera de la norma (la travesti), pero corre el peligro de ser fijada en un casillero del sistema clasificatorio.

LA CANCIÓN DEL CISNE

Estrenada de manera póstuma, “Una visita inoportuna” es la última obra de Copi. Si bien entra en continuidad con el resto de su producción, al mismo tiempo opera de manera distinta. La comedia está reducida, apenas apela a la risa del espectador/lector y esto tiene que ver con que se trata, de alguna manera, de una puesta en escena de la propia muerte de Copi. Al igual que Cyrille, el protagonista, Copi también estaba muriendo a causa del sida al momento de la escritura y esta obra funciona como su última carcajada. Otro rasgo anómalo es el uso explícito de símbolos, como es el caso del personaje de Regina Morti (la reina de los muertos, literalmente), que viene a visitar al enfermo con el fin de llevárselo: “¡Que los vivos se vayan con los vivos! ¡Nuestro reino los ignora! ¡Oh, amor mío! ¿Cuándo vamos a consumar nuestro matrimonio?”. En este mismo sentido, se puede pensar en el personaje del periodista, al que Cyrille llama “ángel” más de una vez, y en la metáfora de la vida como teatro, cuyo último bis cierra el telón para siempre.
El sida funciona en “Una visita inoportuna” como el desastre por venir y su asociación con la muerte tiene mucho que ver con el momento de escritura de la obra. A fines de los 80, sida y muerte significaban prácticamente lo mismo y los estragos cometidos por el virus del HIV en toda la primera generación que afectó aparecen en la obra. En uno de los diálogos, Cyrille le dice a Hubert: “Además de mí, debe quedar alguien vivo entre sus conocidos”, a lo que el otro le responde: “Nadie, maestro”. Por otro lado, el tratamiento que recibe Cyrille en el hospital habilita una lectura de la obra en términos de biopolítica, siguiendo los estudios de Michel Foucault y Giorgio Agamben. Debido a su supervivencia, Cyrille es un campeón: “Debería estar orgulloso de los éxitos reiterados contra la muerte cuyo héroe es usted en este templo de la ciencia”, le dice el profesor que lo atiende. Lo que padece es en realidad un exceso de vida, algo que es solucionado finalmente por su propio cuerpo sin necesidad de la intervención estatal.