jueves, 19 de agosto de 2010

¿Cómo ser contemporáneos?

En Cómo vivir juntos, Roland Barthes señala que el vivir-juntos no es sólo espacial, sino también temporal y, de esta manera, se detiene sobre el fenómeno de la contemporaneidad: "¿De quién soy contemporáneo? ¿Con quién vivo?". Si bien el compartir (convivir en) un mismo tiempo no es ninguna garantía, muchas veces sirve como argumento de aquello de "las ideas que circulan en el aire". Esto puede verse en dos casos del Nuevo Cine Argentino vistos en contrapunto con dos casos del Cine Independiente Norteamericano, en los que el vivir-juntos no es espacial, pero sí lo es temporal.
En una entrevista Martín Rejtman declaró a propósito de su primer largometraje: "Cuando hice Rapado, sentí que el cine argentino tenía demasiado diálogo, y encima malo. Odio los adornos, odio el artificio, odio cualquier cosa que sea innecesaria, porque en realidad no hay nada más allá de la pantalla". Se podría decir que la película (y también el libro de cuentos que lleva el mismo título) es consecuente con el plan de trabajo de Rejtman: el diálogo es nulo (no agrega nada, es mero protocolo, puro compromiso) y el minimalismo puede verse en cada movimiento de los personajes. Es que Rapado (1991) es un digno producto de los 90 y la generación X, una representación de la apatía (y angustia) adolescente al borde del fin de siglo. Signo de este mismo fenómeno es My own private Idaho (1991) de Gus Van Sant. A pesar de no ser su ópera prima, sí es quizás la película con la que se hizo famoso gracias a la presencia de River Phoenix, el rebelde sin causa de los 90. Rapado y My own private Idaho son dos posibilidades de un mismo relato: la adolescencia en el estado más puro de incomodiad, de imposibilidad de encajar, de perdición (o circulación sin sentido, que es lo mismo).
Esa incomodidad de Rejtman encuentra un sucesor en Esteban Menis y su película Incómodos (2008). Allí nuevamente nos encontramos frente a una incapacidad (que es casi una voluntad) de encajar por parte de sus tres protagonistas, la cual pone al viaje en funcionamiento: la película deviene road-trip, esa especie de novela de aprendizaje en movimiento. Una vez alcanzado el lugar de destino (que no necesariamente coincide con el punto de llegada planificado) se tiene la epifanía y se conoce, valga la redundancia, el destino (se aprende). Little Miss Sunshine (2006) de Jonathan Dayton y Valerie Faris es otra posible manera de resolver el mismo relato. El grupo de desconocidos es reemplazado por el grupo familiar (pero igualmente desconocidos entre sí), en el que la disfuncionalidad prima por sobre todas las cosas. Una vez más, todos los miembros de esta familia tienen problemas para encajar (laboralmente y, por ende, en el mundo) y el viaje viene a cumplir el mismo papel revelador.
Lo que se juega en los dos casos (el de Rejtman y Van Sant y el de Menis y Dayton-Francis) es la contemporaneidad, que se refleja en el uso de un mismo imaginario compartido. Por un lado, Rapado y My own private Idaho trabajan sobre ese lugar-entre que es el crepúsculo de la adolescencia. Por el otro, Incómodos y Little Miss Sunshine trabajan sobre el fracaso de los sueños (tanto los del adolescente como los del adulto).

2 comentarios:

staff dijo...

me dieron ganas de leer eso de Barthes. Hay algo que aparece idílico en esas películas, la de menis no la ví, que es la capitulación. la idea de loser que fue tan fuerte después de los 90 y que ¡ha montado estrategias súper exitosas en todos los ámbitos!
un poco me parece que pasa eso con miss little sunshine, no termina de renunciar a la espectacularidad pero tiene factura de independiente norteamericano. ¡Aguante Van sant!
Saludos, Julián.

Rafles dijo...

Es maravilloso como vas hilando las peliculas