martes, 7 de diciembre de 2010

Los niños terribles



Linaje 
Gabriela Bejerman 
Mansalva 
2009






 Linaje de Gabriela Bejerman, como Los niños terribles de Jean Cocteau, narra la historia de dos hermanos, Irene y Pier Rubinov, que encuentran un refugio del mundo exterior en el propio universo que ellos mismos crean. En este otro lugar que habitan y acaba convirtiéndose en espacio de encierro, los padres quedan siempre afuera, no participan: “los padres dormían, como un televisor que se apaga después de mucho tiempo prendido”. Sin embargo, siempre hay espacio para la juventud en plena efervescencia sexual, como Púrpura: “se había refugiado en esa otra familia donde el amor no era un don sino un linaje” o Víctor: “Entre todos transformaban a Víctor en un participante más del juego que era ser cuatro”. El refugio primero es simbólico, pero eventualmente se hace realidad en el momento en que se trasladan a la casa de San Fernando que heredan de la abuela Fanny. Una vez allí, la fantasía (el jugar a la familia) se cumple: “Pier pasaba el día afuera. Ellas bailaban, practicaban idiomas conversando como amigas, cocinaban juntas. Trabajaban de noche en un boliche del centro y de día dormían”. La vocación de los personajes es evadirse y eso es llevado al extremo cuando ya no queda lugar ni siquiera para los terceros: “Algo los protegía del pasado, de todo lo que no fuera un reducto neutral donde hermanarse”.

JUEGOS SEXUALES

En la novela de Bejerman todo está teñido de sexo. Si bien se la puede pensar como una novela erótica, como anuncia Roberto Echavarren en la contratapa del libro, hay también un trabajo sobre lo más folletinesco de esta tradición: el discurso porno soft de las películas eróticas de trasnoche, los diálogos telefónicos de los cero seiscientos, etc.
El sexo está puesto en primer plano en tanto la relación primaria de la novela es la de Irene y su hermano Pier, que sostienen un romance incestuoso en perpetua tensión. En un principio esto se limita a algo del orden de la mirada, cuando Pier la espía mientras tiene relaciones con otro chico: “En la penumbra, Pier distinguía la desnudez de ella más que la de él”. Irene no sólo lo ve, sino que está plenamente consciente de su presencia y lo hace partícipe de manera tácita de su placer: “Cuando entró, sola, esa sonrisa satisfecha le pareció a Pier dedicada a su pudor, a su miedo, a su mal fingida sombra detrás de la ventana”. Conforme avanza la novela, el contacto va siendo cada vez más cercano: “Tocaba el pelo de su hermana admirándolo como un tesoro que siempre sería suyo”.
La relación entre los hermanos Rubinov es asimilable a la de Kathryn Merteuil (Sarah Michelle Gellar) y Sebastian Valmont (Ryan Philippe) en Cruel Intentions (Roger Kumble, 1999). Al igual que ellos, la promesa del encuentro sexual incestuoso está en permanente latencia; mientras tanto, convierten a los demás en objetos de sus juegos sexuales: “Hay prendas y si perdés, tenés que sacarte las prendas”.

ENNUI

Los personajes de Linaje están en un constante estado de somnolencia, ya sea por la resolana veraniega o, simplemente, por aburrimiento. La novela se abre con Pier despertándose: “Algo abrupto como un ruido lo despertó”, y esa secuencia se repite una y otra vez. Este adormecimiento parece corresponder al humor de la clase alta, a la que pertenece la familia Rubinov.
Pier e Irene se aburren hasta en el boliche: “Habían dado más de veinte vueltas a la fiesta, ya habían caminado sinuosamente uno tras otro entre la gente, mostrando su belleza de similar simiente, altura y garbo, habían bailado los temazos que el dj ponía para entrar en los oídos crédulos mientras la luz de los espejos redondeaba la pista”. Las horas nunca parecen pasar y la única manera de poner una solución a este problema, al menos de manera temporal, es haciendo uso de alcohol: “El tiempo era una repetición tediosa que los tragos volvían digerible” o drogas: “los tres inhalaban el nuevo aire de su propia fiesta”.
La búsqueda por un otro lugar en donde jugar a la casita con los terceros que hacen ingresar a la relación corresponde también con este afán por escapar del tedio: “Buscaban un espacio donde lo temporario se esfumara en una sedosa permanencia de tiempo completo, pero absolutamente excitante”. Sin embargo, eventualmente se dan cuenta de que no hay espacio para nadie más y que el aburrimiento es algo que sólo pueden experimentar de a dos: “Pier e Irene sufrían, cada uno a su modo, lo que habían elegido. Su triste amor los hermanaba”.

UMBRAL

Linaje puede ponerse en serie con otras novelas argentinas sobre la crisis del 2001, como Rabia de Sergio Bizzio por ejemplo. En ambos casos la trama se desarrolla primero en una línea que poco tiene que ver con la hecatombe política, social y económica, hasta que en un momento el fenómeno converge con los personajes y los sacude, alterando sus destinos de manera permanente. No obstante, esto no resulta del todo sorpresivo en la medida en que Gabriela Bejerman va sembrado indicios del porvenir de la revuelta, en la inseguridad de Pier en cuanto a los negocios por ejemplo, o también en lo excesivo de la actitud de la mayoría de los personajes. Y es que criaturas como los hermanos Rubinov solamente pudieron ocurrir en la experiencia menemista de los 90.  


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