martes, 24 de abril de 2012

Una vuelta por mi cárcel




En breve cárcel
Sylvia Molloy 
FCE
2012












ESCRITURA

En breve cárcel otorga a la escritura un lugar central. Ya de por sí, la novela se abre con esa acción puesta en primer plano: “Comienza a escribir una historia que no la deja: querría olvidarla, querría fijarla”. Es esa voluntad la que funciona como motor de la trama. Escribir, para la narradora, tiene una función particular que se relaciona directamente con la memoria, el gran tema recurrente en la obra de Sylvia Molloy. Escribir es hacer memoria, pero al mismo tiempo es deshacerla, es invocar al recuerdo para olvidarlo. Esa ambivalencia se sostiene a lo largo de todo el relato y afecta directamente lo que se cuenta y lo que le ocurre a la narradora al contarlo. En este sentido, es relevante cómo se pone en juego su subjetividad a la hora de componer el relato, en la medida en que lo puede convertir en aquello que deseó que ocurriera pero no sucedió o, también, apropiarse de la experiencia del otro: “Ella hoy registra, sin compunción, esa anécdota de Vera, haciéndola suya, desconociendo la unicidad de la memoria: es un recuerdo que fue de Vera, que ahora le pertenece mientras lo escribe”. Hay algo en su alienación, tanto a nivel físico como psíquico, que le da a la escritura una función de verdad. En este punto la novela recuerda a la famosa frase de Virginia Woolf en la que afirma que las cosas no ocurren hasta ser escritas. Por otro lado, su encierro hace que escribir sea la única forma de hacer pasar el tiempo y de comunicarse.

ESPACIALIDAD

El espacio en el que se mueve la narradora de En breve cárcel es mínimo. Hay una voluntad personal de permanecer encerrada en ese cuarto pequeño y de practicar el ascetismo. La cárcel que aparece en el título de la novela refiere en parte a este fenómeno, en tanto la habitación es descripta con los mismos rasgos de una prisión. Al principio reina el despojo y luego van apareciendo marcas personales. Esto responde a las condiciones que impone el lugar, puesto que se trata de un espacio que, al haber sido habitado con anterioridad por su antigua amante, está cargado de su subjetividad. A lo largo de la novela, la narradora hace todo lo posible por adueñarse de ese cuarto, reterritorializarlo y “hacerlo por fin suyo”, tarea que se ve saboteada por cada uno de los encuentros que se suceden luego allí mismo. Es importante el hecho de que el cuarto coincida con el espacio de la escritura, ya que es esa la acción que permite a la narradora apropiarse de lo real. El encierro es para ella una forma de “refugiarse”, sin embargo ese cuarto se vuelve en su contra todo el tiempo y es así como surge la necesidad de salir. Es el personaje de Vera el que logra sacarla y hace que el relato, por un breve momento, se pueble de vida y personajes que se mueven, a diferencia de la estaticidad que presenta el relato la mayor parte del tiempo: “La gente sale del trabajo, se precipita hacia la boca del subterráneo o la parada del autobús más próximas”. En breve cárcel fue publicada en 1981 y eso permite leerla también en clave política. Naturalmente, fue editada en España y no en Argentina, donde no iba a poder salvarse de la censura. La cárcel refiere entonces, también, tanto a la situación política que se vivía en el país en ese momento como a la condición de exiliada de la propia Molloy. Por último, al tratarse de una relación lésbica en tiempos de represión, hay algo de esa voluntad de encierro que responde a una necesidad de encontrar un espacio donde refugiarse para ser sin tener que enfrentarse a los demás, algo que aparece en la novela en el momento en que habla de su relación con Renata: “armaban un espacio contenido entre esas cuatro paredes y que sólo era de ellas”.

VIAJE

Quizás una de las principales razones del aislamiento, tanto físico como social, que sufre la narradora sea su condición de viajera. Su llegada a la ciudad en la que se encuentra es reciente y su sociabilidad se reduce a unas pocas mujeres con las que se encuentra atrapada en una red de relaciones amorosas. Al principio, su destino natural parecen ser los hoteles, pero inmediatamente encuentra el departamento en el que pasa a vivir, donde ya estuvo antes con Vera. La circunstancia del viaje coloca a la narradora en un lugar particular, en tanto extranjera en un lugar que le es ajeno. Su encierro, entonces, responde también a su falta de integración con el espacio nuevo. Estar de viaje implica, de alguna manera, relacionarse de una manera precaria tanto con el lugar como con las personas que lo habitan.

MEMORIA

La memoria es otra de las constantes dentro de la obra de Sylvia Molloy. No hace falta más que leer los títulos de novelas como El común olvido o leer las solapas de libros como Desarticulaciones, sobre el alzheimer y la pérdida de la memoria, o Varia imaginación, un libro compuesto a partir de retazos perdidos de distintos recuerdos. Incluso su libro de ensayos Acto de presencia aborda el tema a partir del estudio del género autobiográfico en América Latina durante el siglo XIX. En breve cárcel no es la excepción y gran parte de la trama de la novela encuentra su fundamento en la memoria. Si bien el producto final es adulterado adrede (en tanto el recuerdo de algo ya no es ese algo, sino el recuerdo que uno quiso conservar de eso), la narradora se sienta a escribir a partir de sus remembranza, usándola como materia prima. Este giro hacia su propio pasado está favorecido por las condiciones de vida a las que se somete, es decir el hacinamiento en un espacio cerrado donde prácticamente no hay comunicación con nada ni nadie más que con ella misma. Esta falta de interlocutor vuelve su diálogo un acto reflejo que abre el canal de la conciencia, llevándola por momentos a un pasado reciente, como también a un pasado más lejano como el de la infancia. La dificultad de hallar un hilo conductor se debe precisamente a este fenómeno. La escritura a partir del recuerdo se convierte en un fluir de la conciencia similar al practicado por Virginia Woolf en novelas como La señora Dalloway, donde la protagonista practica a lo largo de todo el libro un monólogo interior que va del presente al pasado y viceversa, reduciendo la anécdota de lo ocurrido al mínimo: “Anota como si escribiera una carta sin destinatario, con exaltación: no quiere detener las palabras que sienta pasar, sólo quiere rozarlas mientras caen, dejar que la lleven”. Otro caso similar es el de la escritora española Carmen Martín Gaite, cuyas novelas Retahílas y Nubosidad variable también versan sobre la reconquista del pasado a través de la memoria, sólo que en este caso sí hay diálogo con otro personaje que recompone el otro lado del recuerdo.

JUEGO DE ESPEJOS

La figura del espejo y las imágenes que conlleva (desdoblamientos, dobles, etc.) es una constante a lo largo de la novela de Sylvia Molloy. Aparece ya en sus recuerdos asociados con la infancia y la casa paterna: “[no] olvida los espejos enfrentados: la última vez que estuvo en esa casa donde pasó su infancia se miró en ellos una vez más”. El espejo produce la instancia de identidad por excelencia, en la que el sujeto se enfrenta con una visión externa de sí. Sin embargo la narradora no encuentra su reflejo sólo en estos instrumentos, sino que también lo hace a partir de la imagen que los demás le devuelven de ella. Es el caso de la relación que tiene con su hermana, cuyo cuerpo “sería parecido al suyo”, pero la define casi por oposición. Con Vera el proceso es más conciente y la relación que sostienen juntas la coloca en el lugar del doble de su amante: “Ha criticado en otros (sobre todo en Renata) la capacidad de mímica y piensa que la suya, ante Vera, era ejemplar: copia de todo, de pequeños gestos, de pasiones”. Su debate interno en torno a su identidad va más allá en el momento en que se reconoce ajena a sí misma: “El cuerpo –su cuerpo- es de otro”. De esta manera, ella se encuentra sujeta a ser objeto (y definida) por los demás. Por medio de la escritura, de alguna manera, ella recupera el control con el fin de volverse (a ella y a sus recuerdos) su propio objeto.

VOCES

En más de una oportunidad, la narradora de En breve cárcel presenta al otro como una voz. Renata es una voz y Vera también lo es: “¿Cómo es posible creer en una voz y luego negarla?”. El aislamiento y la vocación de escribir su versión de los hechos la lleva a reproducir esas voces que le quedaron para ella, para oírlas una vez más y ver qué tienen para decir, escuchar también su punto de vista de la historia y convertirlas en un acto de presencia: “No quiere olvidar la piel ni los cuerpos, pero sobre todo no quiere olvidar las voces”. La reducción de una persona a una voz es propio de la literatura, en tanto lo que se recibe de los personajes (y también de los narradores y las demás figuras literarias) es su voz. El experto por excelencia en este rubro es Manuel Puig, que llegó a la literatura gracias a que no pudo acallar la voz de una tía a la hora de ponerse a escribir un guión cinematográfico, que se terminó convirtiendo en La traición de Rita Hayworth. 

GIRO AUTOBIOGRÁFICO

En breve cárcel podría entrar perfectamente en el corpus de obras literarias que conforman lo que Alberto Giordano llamó “el giro autobiográfico de la literatura argentina actual”. Si bien no se trata de una novela estrictamente contemporánea (fue publicada hace más de 30 años y se reedita este año una vez más), se relaciona directamente con el presente en este aspecto. La narradora en ningún momento revela su nombre (algo que no ocurre en ninguno de los textos de Molloy), pero sí hace pequeñas referencias a su propia persona y trabajo, por ejemplo cuando habla del ensayo que está escribiendo sobre el género autobiográfico. El trabajo sobre el yo en clave ficcional es algo que data de hace siglos, pero encontró una forma y una tendencia más específicas en los últimos años, al menos en el caso de América Latina.

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