
Soy propenso a la oscuridad. Arriba todo se mueve despacio, quirúrgicamente, hasta que no quedan sombras ni luz. Se oyen vidrios rompiéndose, seguro son las ventanas de los edificios abriéndose al tiempo, a lugares encerrados en no-lugares a medida que las nubes en el cielo negro efectúan su danza, sin música ni acompañamiento. Majestuosas, por encima de todos, toman la forma de un sueño abstracto y resquebrajado en el centro y comienzan a moverse más rápido, hasta que todo alrededor se funde en un movimiento frenético. Las nubes se retrotraen, ya no tienen posibilidad de imitar a nada ni a nadie.