viernes, 26 de noviembre de 2010

Un hogar al fin del mundo





















Plan B (2010) es el primer largometraje de Marco Berger. Estrenado primero en el BAFICI y luego en la cartelera del MALBA, el filme relata la historia que se desarrolla entre Pablo y Bruno a partir del triángulo amoroso que forman con Laura. Si bien el objetivo principal de Bruno es recuperar a Laura (su ex novia), debe recurrir a un plan b que es enamorar a su actual pareja (Pablo) para sacarlo del camino. Sin embargo, la que resulta despejada de la relación es Laura, ya que Bruno y Pablo se terminan enamorando el uno del otro. 

NO PASA NADA

En Plan B no pasa nada. Como en la mayoría del Nuevo Cine Argentino, como en las películas de Gus Van Sant, como en las novelas de Marguerite Duras: no pasa nada. La película emplea lo que Roland Barthes llamaría un grado cero de la notación. Los planos son largos, las secuencias de acción llegan a ser mínimas y el diálogo va siendo corroído cada vez más. Sin embargo, el relato está ahí; dos hombres se conocen, se seducen (sin querer) y se enamoran. Entonces sí pasa algo. No sólo algo, pasa todo. La película (la vida) está constituida por esa sucesión de incidentes (“lo que cae dulcemente como una hoja sobre el tapiz de la vida, es ese pliegue ligero, fugitivo, aportado a la trama de los días, es lo que apenas puede ser notado” según Roland Barthes) que cobran trascendencia en retrospectiva, cuando se produce sentido a partir de ellos. Hay una voluntad de realismo en este proceder, de ser fiel a la experiencia (eje del realismo según Raymond Williams), y la experiencia no es otra que la experiencia argentina: la del vivir-aquí, en este país, en esta ciudad, en este barrio, y la del vivir-ahora, en este momento y con estas personas que comparten un mismo imaginario. 

RECORRIDOS Y ESPACIOS

La película tiene tres personajes fundamentales: Bruno, Pablo y la ciudad. Los planos suelen ser abiertos y muestran grandes plazas, grandes edificios, etc. Aún cuando las escenas transcurren en espacios cerrados (como habitaciones o terrazas), la inmensidad y lo infinito persisten en el paisaje de una ciudad que no parece tener límites; y, al no haber una distinción afuera- adentro, la ciudad se convierte en un todo, en el único espacio disponible. A lo largo del filme, los dos protagonistas hacen una topografía de este espacio urbano en el recorrido que emprenden juntos. Marcan sus lugares, de alguna manera los territorializan y los vuelven propios, dejando atrás rastros de sí mismos y fragmentos de una memoria en común que van construyendo. Esto queda muy marcado al final, cuando se nos muestran esos recovecos vaciados y, a pesar de ello, uno siente la presencia fantasmal (y nostálgica) de los dos personajes.

CUERPOS

La corporalidad es uno de los rasgos más prominentes de Plan B. Hay un montón de primeros planos de los bultos, los culos y los torsos de los dos protagonistas. Y es que el acercamiento que planea Bruno (su plan b) tiene que ver con desplegar su cuerpo frente a Pablo para seducirlo (a partir de una presunta bisexualidad que resulta ser falsa), aprovechando cada oportunidad que se le presenta para sacarse la ropa y quedarse en calzoncillos. Sin embargo, Pablo también hace uso de la misma estrategia. Es así como se empieza a jugar una carrera entre los dos por ver quién cede primero a la barrera que hay entre ellos (primero la heterosexualidad, luego la historia personal de cada uno y, por último, la amistad), ver quién es más alto, quién se anima a probar, etc. Resultan clave en esta competencia los momentos que pasan juntos en la cama, aproximándose el uno al otro en medio de los sueños y superponiéndose sin llegar a tocarse. No obstante, la conexión se produce a un nivel distinto (llamémoslo mental) y cuando las cartas están echadas ninguno de los dos logra avanzar sobre el cuerpo del otro; el juego se terminó y ya no se puede jugar más al “como si”.

UN HOGAR AL FIN DEL MUNDO 

La amistad (y eventual infatuación) que se produce entre Pablo y Bruno se origina gracias a un imaginario compartido. El primer indicio de esto es el fanatismo que comparten por la serie de TV “Blind”, pero, a medida que el diálogo fluye, ambos descubren que comparten un mismo espacio y tiempo. Es decir, descubren que son contemporáneos y ven que las reminiscencias del pasado que sostienen son las mismas (el View Master, por ejemplo, entre otros juguetes). Por otro lado, hay un recorrido en común, tanto a nivel urbano (van al mismo gimnasio), como en lo personal (los une, además, una misma mujer). Pablo y Bruno comparten una misma forma de vida, y eso es lo que posibilita un vínculo entre los dos que acaba pareciendo inevitable: ¿cómo no se iban a encontrar? Estos dos fenómenos (el imaginario y la forma de vida en común) hacen que los dos personajes construyan su propio espacio, un hogar al fin del mundo donde refugiarse para intercambiar esos bienes que son las palabras (hablando, con la luz apagada, hasta quedarse dormidos), fumar porro y recuperar el tiempo perdido de la infancia, lejos de todo y de todos. Es así como, una vez ganado este espacio, los diálogos resultan superfluos y se borran y lo que importa es la imagen de ellos dos juntos.

NOSTALGIA

Plan B es una película que puede ser pensada a partir de una cuestión generacional. Los personajes (y, por ende, sus circunstancias) están marcados por su infancia en los años ochenta. Nuevamente se puede ver esto en el View Master, pero también en el estilo de vida y, más específicamente, en la falta de técnica. Las computadoras brillan por su ausencia, no hay uso de Internet ni celulares y la serie de la que Pablo y Bruno son fanáticos la miran por TV o la graban en video. Sin embargo, la película transcurre en tiempo presente (la cámara de fotos digital de Pablo es una marca de ello); de esta manera uno puede percibir un dejo de nostalgia por un tiempo donde las relaciones eran más sencillas y menos mediadas y en el que los encuentros se producían en el plano de lo real.
Por otro lado, también hay una nostalgia de la infancia como un tiempo más apropiado para el tipo de encuentro que se produce entre ellos, en el que la sexualidad se vive como juego y no hay tabúes que repriman los instintos. En su relación, Pablo y Bruno reproducen en alguna medida una relación infantil o preadolescente, pasan la película en un pijama party que no parece tener fin.

UTOPIA

Hay algo que nunca está puesto en discusión en Plan B: lo gay. No hay signos de militancia ni de política. O más bien, hay una política de lo no-político. A pesar de ser nombrada (al pasar), la homosexualidad no cobra el espesor de un conflicto. Ni con el afuera (todos los personajes son friendly, no hay horrores ni escándalos ante las confesiones) ni con el adentro, el interior de Pablo y Bruno. Si bien la confusión sí está presente, los dos personajes la resuelven fácilmente. Hacia el final, cuando Bruno blanquea sus sentimientos ante Pablo, le dice que está “enfermo”, pero su enfermedad no es otra que el amor. Plan B adquiere, de este modo, una importancia contextual. Luego de la modificación en la ley de matrimonio (que se trató de la validación de una forma de vida que había permanecido en la oscuridad ya por demasiado tiempo), cabe imaginar que la realidad futura se asemejará a este tipo de ficciones, donde los espacios y los derechos ya estén ganados y la discriminación sea tan solo un mal recuerdo.

1 comentario:

anaMaria dijo...

tus críticas de cine son simplemente geniales. Gracias!