lunes, 24 de enero de 2011

Tim Burton y el cine

 El 2010 fue un año muy Burtoneano, desde la retrospectiva de su obra que se montó en el MoMA (el Museo de Arte Moderno de Nueva York), hasta el estreno de su proyecto cinematográfico más ambicioso hasta la fecha: Alice In Wonderland (2010). Los dos acontecimientos obligan a echar una mirada hacia atrás y volver a ver. 
De la filmografía de Tim Burton, hay ciertas películas que se convirtieron en lugares comunes de la crítica especializada. Un millón de veces se ha dicho que Edward Scissorhands es su mejor film, que The Nightmare Before Christmas es su último gran invento o que Sweeney Todd es el colmo de esa sociedad que formaron él, Johnny Depp y Helena Bonham-Carter. Pero hay otro sector de su obra que ha ido quedado en el olvido: su homenaje al cine. 
En realidad, todas las películas de Tim Burton son un homenaje al cine, cuya piedra de anclaje se encuentra en su infancia y juventud en la Norteamérica de los años 60 y 70. Todo lo que Burton consumió durante esa época, luego se lo apropió y lo volvió a la vida de otra manera. Vincent (1982) es una relectura del mito de Vincent Price, en el que el legendario actor inglés deviene en una especie de superhéroe al que un niño quiere imitar. Frankenweenie (1984) retoma la tradición de las películas de monstruos de la Universal y la actualiza en una clave cómica y, a la vez, aún más siniestra. Batman (1989) y, en mayor medida, Batman Returns (1992), junto con Edward Scissorhands (1991) releen el cine expresionista alemán, tributando en partes iguales a Nosferatu (Murnau, 1922), El gabinete del Dr. Caligari (Wiene, 1920) y Metrópolis (Lang, 1927). 
Una vez finalizada The Nightmare Before Christmas (1993), Tim Burton se embarcó en lo que fue una seguidilla de filmes en los que el homenaje pasó de ser una alusión estética a explicitarse del todo. El primero de ellos fue Ed Wood (1994), biopic dedicado a Ed Wood Jr., el llamado "peor director de la historia del cine", en quien se puede hallar un paralelismo con Burton, en la medida en que ambos tuvieron serios problemas a la hora de comenzar sus carreras cinematográficas. Luego vendría Mars Attacks! (1996), adaptación al cine de una colección de trading cards. Esta vez, luego del envión de la película anterior, Burton se propuso hacer un film a la Ed Wood, con un reparto lleno de estrellas al servicio de un despropósito de ciencia ficción, en el que los marcianos vienen a destruir la tierra porque sí.
Tres años después le llegó el turno a Sleepy Hollow (1999), homenaje a la Hammer, la productora inglesa de cine de terror gótico que tuvo su edad de oro en los años 60, retomando uno por uno los monstruos que la Universal había dejado. La Hammer, de alguna manera, es la escuela en la que se formó Burton. Si bien Sleepy Hollow es su más claro tributo (con Christopher Lee incluido), la influencia se puede ver también en el relato gótico de Edward Scissorhands, en los efectos vintage de Beetlejuice (1988) y en la estética de Sweeney Todd (2007), con los ríos de sangre corriendo por entre las baldosas.
Por último, Planet of the Apes (2001) le sirvió a Tim Burton para re-imaginar y reinventar un hito del cine y la tv de culto de los años 60. En su momento, y todavía hoy en día, resulta confuso el trabajo de Burton en este proyecto. Al contrario de cualquiera de sus otros films, es difícil rastrear en Planet of the Apes las marcas registradas de Tim Burton a nivel estético, excepto por los espantapájaros. No obstante, está claro que el hecho de revisitar una leyenda del cine y de la televisión es una típica estrategia Burtoneana. Charlie and the Chocolate Factory (2005) podría pensarse también de esta manera; si bien se trata de una adaptación nueva y más fiel al libro original de Roald Dahl, el film de Burton también revisa la versión de los 70, Willy Wonka and the Chocolate Factory (Stuart, 1971). En su próximo proyecto Dark Shadows (que saldría a la luz en 2012), nuevamente volverá a revisar otro hito televisivo de los años 60, la serie que cuenta los encuentros que se producen entre el vampiro Barnabas Collins (que será interpretado, cómo no, por Johnny Depp) y toda una serie de monstruos. 
La obra de Tim Burton es un constante homenaje al cine y a la televisión con la que creció en los pesadillescos suburbios norteamericanos de la posguerra, fajados por la moral y la hipocresía, de los que encontró una vía de escape en las películas. De alguna manera, se puede afirmar que Burton permaneció (y sigue permaneciendo) fiel a sí mismo, a ese niño que como Vincent Malloy, el protagonista de su cortometraje Vincent, encontraba el placer no en jugar deportes al sol con el resto de los chicos, sino en lo siniestro del cine y la televisión de género.

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