martes, 8 de febrero de 2011

Club de lectura en casaBrandon
























¿Nunca te pasó que leíste un libro y no tenías con quién comentarlo? ¿Tenés ganas de leer, pero te cuesta organizarte o encontrar el momento adecuado para hacerlo? ¿Querés leer historias como la tuya pero no sabés dónde encontrarlas? ¡Vení a la casita a leer con nosotros en el nuevo club de lectura! Vamos a juntarnos una vez al mes a charlar sobre libros de literatura argentina contemporánea de temática LGTB. El primer encuentro va a ser el jueves 10 de Marzo y vamos a hablar de Continuadísimo, el libro de cuentos de Naty Menstrual. La inscripción es a partir del jueves 10 de Febrero en Casa Brandon (Luis María Drago 236, abierto de jueves a domingo a partir de las 20 hs) y el precio es de $40 por encuentro. Una vez que te inscribas, te vamos a entregar una guía de lectura del libro, con puntas de análisis y lecturas sugeridas. Vení a compartir tu opinión, a conocer gente, a charlar, a discutir y a divertirte. ¡A leer, que ya falta poco!

INSCRIBITE a partir del 10/02
Valor $40
Incluye guía de lectura
1° encuentro jueves 10/03
sobre Continuadísimo de Naty Menstrual
casaBrandon
Luis María Drago 236 (Almagro)

lunes, 7 de febrero de 2011

¿Qué es la realidad?

La realidad es (por lo menos desde la invención del psicoanálisis) una categoría que ha ido perdiendo cada vez más su estabilidad. Dos films del 2010 toman como punto de partida la puesta en cuestión de ese estatuto para llevarla hasta las últimas consecuencias: Inception (Christopher Nolan) y Black Swan (Darren Aronofsky). 
Inception plantea un futuro cercano (por no decir inmediato, puesto que el único futuro que se puede imaginar luego del 2000 es el de mañana) en el que es posible ingresar a los sueños de las personas a voluntad, construirlos a gusto y, de esa manera, manipular sus inconscientes. El problema es que, una vez transgredido el sueño, se quiebra la barrera entre los sueños y la realidad, en la medida en que uno entra de verdad al sueño del otro. A partir de ese momento, lo real y lo imaginario se prestan a confusión y el peligro de perderse es inminente. Ante el abismo de sueños y realidad que se crea, los personajes deben optar por qué realidad les parece más real, como ocurre en Matrix (Andy y Lana Wachowski, 1999).
Black Swan narra el duro camino que debe atravesar Nina Sayers (Natalie Portman) para obtener el rol protagónico de El lago de los cisnes. Si bien al principio los obstáculos son efectivamente reales y acordes a la situación en que se encuentra (la competencia con las otras bailarinas, el lidiar con el acoso del director, etc.), pronto su peor enemigo pasa a ser ella misma y su imaginación, que no hace sino nublar su percepción de la realidad, empujándola cada vez más hacia la locura.
En ambos films el estatuto de lo real queda puesto en suspenso y los personajes permanecen presos en un limbo que está a medio camino entre la vigilia y la ensoñación, al cual pueblan con sus propios demonios interiores. En el caso de Inception, Cobb (Leonardo Di Caprio) debe enfrentarse con la memoria de su difunta mujer (Marion Cotillard); en Black Swan, Nina lidia con una madre sobreprotectora (Barbara Hershey), Lily (Mila Kunis), una bailarina que quiere su papel y Beth Macintyre (Winona Ryder) aquella a quien viene a reemplazar.  
Las dos películas, por otro lado, se encuentran severamente influenciadas por el imaginario del animé, especialmente Ghost in the Shell (Mamoru Oshii, 1995) y Paprika (Satoshi Kon, 2006) en el caso de Inception y Perfect Blue (Satoshi Kon, 1998) en el de Black Swan. En primer lugar, como en Ghost in the Shell, el film de Christopher Nolan presenta la posibilidad de manipular el inconsciente a gusto. Por otro lado, como en Paprika, en Inception es posible ingresar a los sueños de las personas, solo que en vez de perseguir fines terapéuticos se trata más bien de obtener información o producir efectos. Perfect Blue y Black Swan, por último, presentan una trama casi idéntica: tanto Mima Kirigoe (la protagonista del film de Satoshi Kon) como Nina Sayers luchan por dar el gran salto (convertirse en una estrella de cine en un caso y encabezar El lago de los cisnes en el otro), deben hacer frente al mundo que las rodea (la competencia, las figuras represivas que tienen al rededor, etc.) y acaban perdiendo la razón y la moral en el camino. Si bien de a ratos la trama (y las escenas) bordean el plagio, Darren Aronofsky está cubierto en la medida en que compró los derechos de Perfect Blue con el fin de emular una de sus escenas en Requiem for a dream (2002). 
La convergencia del cine con el mundo de la ensoñación funciona, de alguna manera, como una puesta en abismo. Es que el cine, como los sueños, se asemeja a la realidad, pero no lo es; más bien lo que hacen ambos es realizar el imaginario.

viernes, 4 de febrero de 2011

El futuro

Tradicionalmente, el imaginario del futuro siempre estuvo poblado de autos voladores, rascacielos que trascendían la atmósfera, robots, etc. Sin embargo, inmediatamente después del año 2000 ese imaginario quedó truncado, junto con el género que más lo fomentó.
La ciencia ficción produjo hitos cinematográficos notables a lo largo de todo el siglo XX, desde la temprana Metrópolis (Fritz Lang, 1927) hasta The Matrix (Larry y Andy Wachowski, 1999), pasando por diferentes altibajos de acuerdo a la época y al contexto político. Conforme se iba acercando el fin del milenio, el imaginario del futuro se fue volviendo cada vez más oscuro y épico; es así como aparecen películas como Blade Runner (Ridley Scott, 1982) y Brazil (Terry Gilliam, 1985) en los '80 y Twelve Monkeys (Terry Gilliam, 1995) y The Fifth Element (Luc Besson, 1997) en los '90. El futuro hasta ese momento siempre fue el año 2000 y pico, y presentaba un mundo hiper-tecnologizado y, a la vez, devastado por este mismo hecho. Una vez alcanzado finalmente el año 2000, ese imaginario del futuro que había alimentado el siglo XX  se diluyó.
En primer lugar, toda la paranoia y especulación respecto de la llegada del año 2000 (desde el Y2k hasta las predicciones de Nostradamus) resultaron falsas. En segundo lugar, el avance desmesurado de la tecnología ya había dejado de ser producto de la imaginación, era real y cada vez se volvería más rocambolesco. Por último, la irrupción del 9-11 fue el último peldaño que hacía falta para la realización de un futuro que hasta ese momento permanecía en la esfera de lo imaginario.
La entrada al año 2000 (al siglo XXI) fue la entrada al futuro, que a partir de entonces se convirtió en el presente, y el imaginario del futuro cambió. Ya no hay autos voladores, ni rascacielos, ni robots; la velocidad de la tecnología ya no deja margen para la imaginación, los avances están a la vuelta de la esquina y todo se vuelve viejo y obsoleto apenas es producido. El futuro dejó de ser algo distante y pasó a ser algo inmediato. Es por eso que la ciencia ficción solamente puede imaginar futuros próximos, como el de Inception (Christopher Nolan, 2010) o el de Children of Men (Alfonso Cuaron, 2006). 

martes, 1 de febrero de 2011

El arte como forma de vida



















Una vez más el MALBA otorga su espacio a la vanguardia de los espléndidos años sesenta y dedica una retrospectiva al sinónimo del POP en la Argentina, Marta Minujín. Esto no resulta sorprendente teniendo en cuenta que las últimas grandes muestras del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires estuvieron dedicadas a dos artistas vinculados con este período, Andy Warhol y Robert Mapplethorpe.
La muestra está organizada de manera cronológica, así que lo primero que se puede ver son los óleos de su primera época. Si bien Marta Minujín comienza a producir hacia fines de los años cincuenta, cuando lo que más adelante se llamaría arte Pop todavía no había nacido como tal, está claro que su obra está signada ya desde su inicio bajo la imaginación Pop. Sus primeras obras, cercanas en algún punto al expresionismo abstracto, trasladan e incorporan, al mismo tiempo, la música al arte pictórico, inaugurando de esta manera la alquimia que será su marca distintiva.
El leitmotiv que anima a Minujín es hacer arte de todo, convertir el arte en una forma de vida, y para eso es necesario convertir la vida en una obra de arte; el punto de partida es la vida privada: el dormitorio. Gran parte de su primera etapa está dedicada al exhibicionismo de la intimidad, desde su propio colchón devenido obra, hasta los colchones de colores manufacturados por ella misma, pasando por un cuarto todo acolchonado y la puesta en escena de la habitación de una pareja (con la pareja incluida).
A partir de este momento se puede decir que  la categoría “arte” queda para  siempre en cuestión. La obra de Minujín trasciende los límites, tanto de los sistemas de categorización como de los soportes, desestimando de este modo lo material para ligarse más bien con el tiempo y el espectáculo, ejes del arte del happening y de la performance, disciplinas que explotará al máximo. Es también en este momento, hacia mediados y fines de los sesenta, que la obra de Marta Minujín se convierte en un perpetuo estallido Pop, que culminará en su propio devenir mediática. Resulta lógico entonces que el siguiente paso en su obra sea la experimentación tecnológica y con los medios; obras como “Minuphone” o “Simultaneidad en simultaneidad” invierten y a la vez llevan al extremo el alcance de los medios masivos de comunicación. El recorrido por la primer parte de la muestra finaliza inmediatamente después de este punto, cuando encuentra en la experiencia hippie un modo de vivir el arte como forma de vida: desplegada en un cuarto donde todo hace pensar en el espíritu animado por la voz de Janis Joplin y la guitarra de Jimi Hendrix, a la vez que el empapelado de papel de aluminio plateado remite directamente a la Factory de Warhol y a los recitales multimediales y escandalosos de The Velvet Underground.

La muestra continúa en el primer piso, que recoge la obra producida a partir de los años setenta. En consonancia con el devenir de la historia latinoamericana, se puede ver como en este punto su obra se vuelve cada vez más política, al mismo tiempo que se encripta para evitar el destino de la mayor parte de los artistas argentinos durante la época: el exilio. Es en este período donde se lleva a cabo la performance “Kidnappening”, que presentaba una simulación de secuestro. Por otro lado, también pertenecen a esta época “Comunicado con tierra”, acción que tuvo como precepto la unión latinoamericana a través de la tierra misma y las fotografías con Andy Warhol, un poco más adelante en los ochenta, en las que Minujín le paga la deuda externa con maíz, “el oro latinoamericano”.
Una vez restituida la democracia tiene lugar el happening “El Partenón de libros”, un partenón construido enteramente con todas aquellas obras que habían sido prohibidas durante la última dictadura. Ya durante los ochenta, se da inicio a la seguidilla de happenings de grandes magnitudes por los que hoy en día Minujín es más conocida, como “El obelisco de pan dulce”, por ejemplo. En la terraza del museo, por último, se pueden ver las famosas esculturas fragmentadas, que revisan desde la contemporaneidad posmoderna de los ochenta el arte clásico y el mundo helénico. 
El grueso de la muestra está constituido por registros, ya que la mayor parte de la obra de Marta Minujín fue destruida por la artista misma, ceremonia que celebró desde su primera etapa, que culminó con una hoguera pública. La destrucción es en realidad el paso final de su trabajo, aquello que lo completa; y es que el arte Pop es un puro presente y, como el Punk, efímero e instantáneo. Nadie lo dijo mejor que Kurt Cobain: “Es mejor quemarse que apagarse lentamente”. 

Del 26 de noviembre al 7 de febrero de 2011. Sala 5 (2º piso), sala 3 y terraza (1º piso)
Marta Minujín. Obras 1959-1989
Curadora invitada: Victoria Noorthoorn